Hora de pensar: Deportivo Quito 3 - 0 Vélez

Un goleada seca encendió el alerta en Quito, tan lejos y tan alto, acerca de lo que le falta a este Vélez para consolidarse como un gran equipo. Y fue seca porque molesta más que lo que duele, porque no tiene tintes de humillación sino de injusticia. Es que el Fortín quizás ni siquiera mereció perder con Deportivo Quito. Tanto como que, en ese contexto, es imposible ignorar un 0-3 como señal de nesesidad de parar la pelota y ponerse a pensar.

De todas formas, será imposible soslayar que la fortuna se ausentó para el grupo en Quito. Desde la lesión de Augusto, los goles recibidos en momentos claves, mediante un penal inventado y un aislado pero carísimo error de Barovero, probablemente influenciado por la altura. Sin embargo, y aunque resulte muy difícil, el equipo quedó en deuda de actitud en el segundo tiempo, después de ese primero en el que Gareca acertó en superpoblar de cincos el mediocampo, apostando a dominar con desgaste mínimo, y marginando a Zapata y el Burrito, los históricos más alejados de su nivel. En esos 45 minutos en el que Vélez se ausentó del partido, faltó creer. Fueron más de veinte minutos entre el segundo y el tercer gol rival, carentes de ideas, de intentos aunque fueran desde lejos, y conteniendo la vana espera de ver toda la carne en el asador para renovar aires cuando aún era posible torcer la historia.

La Copa demostró una vez más lo traicionera que puede llegar a ser. La noticia será dura, que Vélez fue goleado por un equipo netamente inferior sin entrar en detalles, aunque justamente en ellos habrá que bucear para encontrar las responsabilidades que se le pueden achacar al equipo. Urge una maduración colectiva, más actitudinal que futbolística, para que partidos como este no estén cerrados a los dos minutos del segundo tiempo, más allá del éxito o el fracaso final. Ese es el gran punto a mejorar.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).