Tanta espera para esto...

El 0-0 con Independiente no hubiera resultado tan aburrido ni decepcionante si no fuera por el camino accidentado que debió recorrer hasta llegar a concretarse. Vélez tuvo sus buenos momentos con la pelota, y el hecho de haberse quedado con diez en el tramo final, sumado a su éxito en el debut, hicieron del punto un premio poco despreciable. Sin embargo, debemos reconocer, se esperaba más del equipo.

Quizás la desazón haya pasado no justamente por los jóvenes, a los que las lagunas les son fácilmente perdonables, sino porque los vaivenes del desarrollo bien pueden emparejarse a los de ciertos históricos. No fue la mejor noche de Sebastián Domínguez después de su aparición goleadora frente a Argentinos, tampoco la de los laterales. Sus dificultades para combinar las funciones de ataque y defensa (sobre todo para volver a esta última) ya son conocidas por todos y de vez en cuando recrudecen para recordarnos que siguen latentes. Cerro, de lo mejor por voluntad y sus siempre bienvenidos aportes en ofensiva, se despidió de la noche con una entrada injustificada, inapropiada para un amonestado. Cabral tampoco lo ayudó demasiado, e Insúa, errático, fue de lo más flojito: levitó en la nebulosa a la hora de pensar el juego y no resultó útil para Ferreira ni para el esfuerzo de Pratto.

Copete, en lo poco que jugó, se mostró livianito, tanto en el físico como en la actitud, pero mostró algunos movimientos interesantes. Ojalá pueda agarrar ritmo rápido, tomar la confianza que le falta y adaptarse a este fútbol tan friccionado en la marca. Será cuestión de ir dándole minutos.

Al final, parece que a este Vélez le cabe una de las frases hechas más de moda: la semana pasada no era el mejor del mundo, y ahora tampoco es el peor. Sigue siendo un equipo en formación, que busca su mejor versión, y con juveniles que necesitan rodaje. Por más que a veces fallen los más experimentados.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).