Las últimas presentaciones del Vélez en el Amalfitani han concluido con más derrotas que alegrías. Apenas un par de excepciones (Newell’s y Tigre) fueron partidos en los que el rival solo propuso defenderse y basó su triunfo en la eficacia de llegar en pocas ocasiones y convertir. Un nuevo ejemplo de esto fue el encuentro ante el conjunto dirigido por los Barros Schellotto.
La crítica no va dirigida al estilo de juego que propone el rival de turno. Muchos de estos equipos solo realizan estos planteos en el Amalfitani o (y no en todos los casos) en la Bombonera. No es casualidad. Vélez y Boca son de los pocos equipos que se muestran superiores al resto.
Son repetidas las veces que vimos a los dirigidos por Gareca enroscarse y caer en el desorden, propio del nerviosismo por no poder abrir el marcador. La idea de juego es clara, y no se cambia. Con Insúa y Cabral manejando la pelota en el centro, intentando desbordar con las subidas de Papa, Allione o Peruzzi. Vélez sabe a qué juega. El problema surge cuando los intérpretes funcionan mal. Ahí aparece también la responsabilidad del técnico, que demora en las variantes ofensivas. Cabral, tuvo un partido particularmente malo, y quedó expuesto ante el error en el primer gol. Pero su bajo nivel se vio en la primera parte también, al igual que la poca voluntad ofensiva del visitante. Entonces ¿por qué no arriesgar un poco más desde el entre tiempo? La velocidad y media distancia de Bella o la potencia y desequilibrio que muestra Copete, eran alternativas viables para jugar todo el segundo tiempo. En la postura de mantener una idea clara de juego, fluido y paciente, puede comprenderse que Rescaldani no haya ingresado más temprano. Su altura y juego aéreo es una tentación al centro desde cualquier parte del campo. Pero ésa no es la forma que llevó a Vélez a ser el tercer mejor equipo del mundo, hace no mucho tiempo.
La falta de peso ofensivo, de variantes en ataque, son problemas que afectan a Vélez desde hace tiempo. Llevará un tiempo acostumbrarse o amoldarse a la ausencia de Martínez. Tanto como costó (y aún cuesta) reemplazar a Maxi Moralez. Ya no está el jugador distinto que puede marcar la diferencia cuando el equipo no funciona. Ya no están los Álvarez o Cristaldo en el banco de suplentes. Es por eso que Vélez debe volver a ser un equipo, una maquinaria que necesito que todos los engranajes estén aceitados y funcionando correctamente.
Gareca anunció, antes del inicio del campeonato, que el equipo de este semestre será más parecido al del 2009 que a las últimas versiones. Pidió paciencia, en especial para los jóvenes que, si bien ya tienen varios minutos en primera, están acostumbrándose a ser titulares. Ante esta nueva realidad, no deben cometerse antiguos errores. Ante una seguidilla de malos rendimientos el jugador, cualquiera sea, debe salir. Si se ve una floja actuación, cualquier nombre puede reemplazarse, incluso en el entretiempo. Esperar a los 20 minutos de la segunda etapa, puede ser muy tarde. También son los jugadores más grandes, con más experiencia, quienes deben encontrar y demostrar cuál es el camino a seguir en estos casos.
La realidad del resto de los equipos demuestra que no hace falta mucho para ser campeón. Es bueno que el primer golpe haya sido temprano, para poder trabajar sobre viejos errores y nuevos conceptos. Mientras Vélez siga demostrando el nivel que supo tener campeonatos pasados, e incluso en la primera fecha, más partidos como éste tendremos que afrontar. Habrá que trabajar en saber vulnerar este tipo de planteos.
Por Alejandro Germino (@alegermino en twitter).
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