miércoles, 5 de mayo de 2010

De Pie



Algunas veces, los vaivenes del fútbol se encargan de aflorar sentimientos contradictorios con los resultados. En los papeles, haberse quedado afuera de esta ansiada Copa Libertadores en octavos de final y ante un equipo como Chivas bien puede ser llamado fracaso. Encima se suma la impotencia por haber demostrado superioridad en el global de la serie excepto en el marcador: no olvidar que en la ida dominamos parte del partido y en la vuelta fuimos el único equipo en la cancha. Pero haber vivido en carne propia las circunstancias y, sobre todo, el espectáculo de la revancha en Liniers, nos dejó en el semblante tanta desilusión como tranquilidad por haber hecho, aunque tarde, lo posible.

Todos los entendibles reproches y enojos quedaron en México. Allá exasperó ver a un equipo tan regalado atrás, sin definición, desatento y falto de orgullo. Pero así como la semana pasada debimos exponer quejas con crudeza -no en vano aquél fue el partido que sentenció nuestra suerte-, hoy debemos aplaudir, como lo hicimos entre esa emocionante multitud que creyó y acompañó al equipo en el Amalfitani. Porque aún con sus dificultades o lejos de sus mejores momentos, y cada uno a su manera, los jugadores y el cuerpo técnico dieron lo mejor de sí. Todos sabemos quiénes venían jugando mal, aunque contra Chivas directamente se destacaron o trataron de tapar sus falencias con esfuerzo. No es momento de señalar a nadie, porque la jornada hizo recordar a cuando este equipo se lucía, justamente, por ser un gran equipo. Hace mucho que no nos veíamos tan representados en el campo de juego y, aunque varios no lo sean fuera de él, sentimos que ellos también eran hinchas que sufrían por los minutos que pasaban, nerviosos pero sin perder profesionalismo, y que quisieron llevarse por delante a todos en el tramo final para terminar en las puertas de la hazaña, con lágrimas de bronca.

Jornadas como ésta nos hacen recordar los mejores momentos de este equipo e invitan a replantear algunas críticas en las que todos hemos incurrido. Seguramente algunos no seguirán cuando termine el semestre, pero hay otros que, si aprendieran la lección de lo que pueden costar las flaquezas y se propusieran jugar siempre con el 80 por ciento del hambre con la que jugaron el martes, no serían discutidos por nadie.

Por lo pronto, la ovación es para todos, por haber dejado bien alta la imagen de un Vélez que mereció mejor suerte. Y es de pie, como el equipo entregó sus últimas esperanzas. Gracias por haber llevado nuestro sueño, con ganas y fuerza, hasta donde se pudo.

Por Marisa Pontieri (TyCSports).

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