El Barsa del oeste

Sí, ya sé que el título suena entre altanero y bizarro, que hasta amerita algún rápido toqueteo anti yeta de parte de los lectores velezanos. Pero la euforia a la que nos somete este equipo cuando se inspira es capaz de motivar hasta las más elevadas expresiones de admiración y confianza. Por eso, por el esfuerzo de jugar a tan alto nivel cada tres o cuatro días desde hace semanas, y aún a siete días del inesperado pero entendible traspié con Quilmes, sólo queda una palabra para decirles a los protagonistas en estos altos entre los capítulos hacia el objetivo: gracias. Y que siga la función.

Estudiantes quiso utilizar en La Plata una de esas fórmulas con las que los rivales han podido molestar a Vélez: salió a presionarlo en el medio, lo más adelante posible, achicando espacios con velocidad. Y le agregó su impronta, la aspereza y la guapeza. Pero el equipo demostró que en este momento no se amedrenta con nada, que de guapo no le van a ganar, sacó adelante el pasaje adverso y logró hacer su juego, refinado y convencido, con precisión y eficacia. Barovero y la defensa fueron claves en la zozobra (hasta Gastón Díaz se reivindicó), tanto como los Fernández, Razzotti, Alvarez, Moralez, Martínez, Ramírez y Vuletich lo fueron en el dominio. Silva aportó a su manera: si bien es de los que más viene sintiendo la doble competencia, su capacidad de arrastrar marcas y contagiar entusiasmo lo exime de cuestionamientos aunque no convierta. Ya volverá el gran goleador.

Párrafo aparte para el Flaco Gareca, dueño de una sabiduría sublime y unos nervios de acero: bancó lo que muchos juzgábamos insostenible, y hoy esa confianza da sus frutos. Nos demostró con paciencia que en este juego pocas apreciaciones resultan absolutamente ciertas, y que todo puede cambiar. Muchos de los buenos momentos de los jugadores que hoy disfrutamos fueron posibles gracias a él, que combina tantos aciertos profesionales con su invalorable corazón de hincha. ¿Qué más se le puede pedir?

Hablando en serio, no somos el Barcelona ni queremos serlo. Somos Vélez, ese equipo alejado del marketing que tiene tanto barrio como mundo, que no se puede dar el lujo de dormirse en los laureles, pues aún no se logró nada, pero que, hasta este punto de 2011, nos llenó de una alegría que hace mucho no sentíamos. No importa lo que pase mañana, ni el jueves, ni hasta donde llegue esta gesta plagada de fútbol. Hoy, somos los más felices. Y eso, amigos míos, es impagable.



Por Marisa Pontieri (TyC Sports).