Llenos de ilusiones

En algún momento iba a pasar. No fue en Brasil ni en Uruguay, fue en la Bombonera, frente a Libertad, donde Vélez se topó con un partido bien chivo de Copa Libertadores. Y sacó un 3-0 de la galera ante un rival que palió las diferencias individuales con el cuchillo entre los dientes, que marcó con rudeza a las joyas del equipo, cortó el juego, no aflojó con la presión y hasta supo asediar cerca de Barovero. Una vez más, el potencial ofensivo fue clave para doblegarlo. Pero cuánto pesó la actitud y tuvieron que esforzarse estos jugadores para sacar adelante el partido…

Si Vélez jugó mal fue porque Libertad lo maniató. Fue meritorio al máximo haberse impuesto frente a ese planteo. La marca lo obligó a tener que hacer pases y faltas de más, y así aunque no errara la mayoría de las entregas sus jugadas se diluían por decantación. Con el tino de haber podido sacar ventaja en el primer tiempo, la porción inicial del segundo fue el punto máximo del sufrimiento, cuando el cansancio le terminó de pasar factura a un Razzotti lejos de su mejor noche y cerca de un Zapata falto de ritmo, se perdían las marcas por las bandas, no había nadie que tuviera la pelota y ésta volvía y volvía como en un metegol. La zozobra duró hasta que el físico empezó a pesar en los paraguayos y Gareca, un poquito tarde quizás pero por fortuna sin consecuencias, se decidió a poner a un incansable Ricardo Alvarez que también venía jugando todo.

Las asociaciones con el Burrito no se hicieron esperar. Por fin se pudo quedar mano a mano con el endeble individualmente fondo paraguayo (arquero incluido) y apareció la efectividad, la mística. La voluntad de los visitantes no se veía nunca del todo vencida, pero la convicción del insistente Vélez ya había dado sus frutos. Por fin, la Bombonera disfrazada de Amalfitani por la arbitrariedad de los intereses políticos, podía explotar de alegría y esperanza para la revancha. Esa que no habrá que subestimar (Libertad sabe de hazañas en su tierra) y que debe encararse como el Fortín sabe: con fútbol, pero también con hombría.

En la noche de La Boca, este grupo bárbaro escribió una página más de este sueño colectivo. Con guapeza pateó el escritorio en el que ahora pretenden ganarle y construyó con grandeza de espíritu una victoria importantísima donde se debe: dejando todo dentro del campo de juego, hasta el último minuto. Recién entonces pudo relajarse para que disfrutemos una goleada que, por lo que costó, parece mentira… Y nos dejó agradecidos, felices, insomnes, excitados… llenos de ilusiones.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).