El Bueno (Chilavert): Sebastián Sosa. Por primera vez, el uruguayo hace los méritos suficientes para ganarse el premio que lleva el nombre del más grande en ese puesto. Sin ningún tipo de responsabilidad en el gol de Nicolás Blandi, Sosa impidió lo que podía ser el 2-1 a favor de Boca. A lo largo del partido, resolvió con claridad todas las ocasiones del conjunto rival, muchas de ellas con un grado de dificultad bastante elevado.
El Malo (Flotta): Gino Peruzzi. Pareció que no tenía ganas de jugar. Sin aportar nada en lo ofensivo, tampoco colaboró con Fabián Cubero en la marca de Sánchez Miño. El reciente citado a la Selección argentina, no mostró pergamino alguno para semejante premio. El no haber jugado en su posición natural es el único aliciente que cabe para justificar la pésima actuación de Gino en la noche de la Bombonera.
El Lírico (Pandolfi): Federico Insúa. El único distinto a la hora de la elegancia. Con su pie zurdo, acomodó la pelota lo más cerca al Angulo y el primer palo y lo más lejos de un Agustín Orión, que quedó impávido ante semejante tiro libre. No conforme con semejante muestra de calidad, el pocho en el segundo tiempo metió un caño sobre el sector izquierdo de la cancha que generó aplausos en propios y extraños.
El Rústico (Zandoná): Fabián Cubero. Ante la casi nula ayuda que recibió por parte de su compañero Peruzzi, le toco bailar con la más fea. O el más feo en este caso, Juan Sánchez Miño. El hábil volante zurdo de Boca Juniors tuvo una tarde-noche de deleite, donde pudo desplegar todo su potencial futbolístico. A Poroto Cubero evidentemente no le gustó y le propinó un codazo alevoso en la cara. Carlos Maglio miró para el costado, y el ídolo de todos los fortineros pudo terminar el encuentro en cancha.
Por Nahuel Manuale.
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