miércoles, 28 de abril de 2010

La peor realidad



Cuando ese pelotazo de tiro libre aislado sobrevoló el área, la defensa salió de esa manera y Bravo quedó solo para batir a Montoya a sus anchas, el espíritu de Vélez se quebró en mil pedazos. Hay cosas de las que hay retorno, pero de otras, como ésta, no. No importaba si era el primer gol o el último, pero con todo lo que había sucedido antes en el semestre hasta llegar a los instantes anteriores al fatídico minuto 32 de este partido, eso era justamente lo que no podía pasar. Lo que vino después fue la debacle misma: la pérdida de la ambición y el orden, otro rival mano a mano, Zapata con el buzo de arquero, la estocada final, el insomnio de los hinchas acompañado por la irremediable sensación de estar en las puertas de tirar por la borda un semestre especial por el centenario y p0r el plantel que se tenía y no se aprovechó…

Pero ¿qué plantel teníamos en realidad? Contra las Chivas Vélez fue el mismo del campeón 2009, salvo por Somoza y Martínez (que ha cosechado más elogios que quien ocupaba su lugar en el Clausura que se ganó). Haber depositado la confianza en ellos fue una decisión irreprochable. Claro, no tuvimos en cuenta que los jugadores son personas y no máquinas que mantienen su rendimiento estable. Hoy a aquellos protagonistas, cuya actitud jamás flaqueaba, a los que un gol en contra los concentraba y los ensañaba más, los que tenían una defensa fuerte, los que sabían cómo jugar una final, algo les pasó y dejaron ir su mística. Ya no el mismo Montoya que aquel de vallas menos vencidas, el Domínguez de hoy, lento, desatento y siempre superado, o un Otamendi que mientras piensa en Sudáfrica vale cada vez menos, o Papa que avanza con peligro pero siempre corre de atrás cuando defiende, de López mejor ni hablar… Para colmo, en México no gravitó Moralez, Cubero fue un desastre, el Burrito no pesa de titular como cuando proviene del banco y hasta Gareca se nubló, se retrasó con los cambios y pretendió jugar al offside, un recurso sobre el que se podría escribir un interminable ensayo en contra por ineficaz y siempre dependiente de un tercero muchas veces inepto.

En la Copa, cosas así pueden pasar una sola vez, con suerte, y en la fase de grupos. Y Vélez ya había tachado la doble en Brasil cuando se tópó con su peor realidad contra un rival de jerarquía, no como este equipo al que le regalamos una alegría que ni ellos hubieran imaginado en medio de un severo ataque de optimismo. Lo que pasó en Guadalajara deja algo muy claro: si por esos milagros que tiene el fútbol el Fortín llega a iluminarse en Liniers y a meterse en cuartos, de todas formas no está para campeón. Así, no, y más allá del que esté enfrente, porque este Vélez atenta contra sí mismo. Si los apellidos, que hoy sólo eso son, no levantan su nivel y vuelven a ser jugadores completos, se va a acercar el momento de analizar una renovación. Vélez no necesita que lo defiendan nombres sino hombres.

Por Marisa Pontieri (TyCSports).

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