En frío: el análisis de All Boys 1 - 1 Vélez

Nunca resulta fácil jugar contra All Boys y en Floresta, menos: sus hinchas viven los partidos contra Vélez como si fueran clásicos. Festejan los quites y los rechazos, los pases cortos, los largos y los pelotazos, los tiros al arco, los que dan en los palos y los que van afuera. Dedican canciones enteras a una rivalidad que sólo existe allí: en sus canciones. Y trasladan la euforia a sus jugadores. No está mal: ganarle a Vélez les garantiza, al menos, una semana feliz.

En lo futbolístico y para analizar el partido del Fortín anoche, hay que agregar que tampoco es sencillo sacarle puntos a un equipo con la herencia de Pepe Romero y la impronta de Julio Falcioni: el exjugador y extécnico de Vélez paró un 4-4-2 tradicionalísimo, corto y armado para batallar y salir, con líneas a poca distancia, volantes rápidos por los costados y dos puntas bien definidos.

Pese a todo, el Supercampeón salió a la cancha con dos expectativas grandes: la espera por ver a Mauro Zárate con la V en el pecho llegaba a su fin y la tentación de mirar a todos desde arriba hacía pensar en que iría decididamente por los tres puntos. Pero en los primeros minutos Mauro no fue Mauro y Vélez no fue Vélez.

El primer tiempo fue incómodo. Vélez quiso tomar la iniciativa y All Boys marcó, presionó y molestó. Así, las imprecisiones no tardaron en llegar, los ataques quedaron en intentos y se transformaron en réplicas argumentadas de los locales, que encontraron el gol tras una buena jugada colectiva y una desatención entre los caudillos: Cubero y Domínguez dejaron un vacío que Cámpora aprovechó. All Boys era más.

Vélez aburrió porque sus generadores cayeron en la previsibilidad: buscaron a Zárate con pelotazos y pases poco claros, y parecieron olvidar que hacía nueve meses que no jugaba. El último ídolo de la dinastía las peleó todas, pero lo marcaron bien, le costó, se fastidió y lo amonestaron. La primera mitad de Vélez, entonces, se resumió en los gestos del 9: absolutamente olvidable.

El entretiempo trajo reflexiones. ¿Venía siendo Canteros el mejor jugador de Vélez? Probablemente sí. ¿Cumplió hasta ahora con lo que esperábamos de Gago durante el primer semestre? Definitivamente. ¿Se necesitaba un cambio de esquema con un volante sobre la línea? Tal vez. ¿Debería probarse con Insúa entrando desde el banco? Quizás. ¿Cabral sufre cuando Papa no está? Sí. ¿Era Canteros el que debía salir? No.

Con los mismos once y con el amor propio de siempre, el Fortín salió a buscar el resultado. Más agresivo en la marca y más tranquilo con la pelota, empezó a levantar. La presión y el ritmo de All Boys disminuyeron lógicamente y Vélez se paró más adelante. Los laterales de la 95, Rolón y Cardozo, prolongaron sus buenas actuaciones y mostraron condiciones. Allione mejoró, hizo que Colazo retrocediera y lastimó por la derecha con estocadas interesantes.

De una falta a Peluche provino el tiro libre que terminó en el empate. Arriesgó Pocho desde la derecha y pateó abajo, fuerte, esquinado y al palo de la barrera; Cambiasso dio rebote y los centrales se reivindicaron: Domínguez la metió adentro y Poroto llegó para –por lo menos- molestar a Pellegrino, que cumplió con la ley del ex en su propio arco.

Minutos después, la inactividad le pasó factura a Mauro, que sufrió un desgarro en el isquiotibial izquierdo y salió reemplazado: curiosamente, Vélez siguió creciendo con el ingreso de Copete, que arrancó en la izquierda, brindó despliegue y colaboró con buenas intenciones. Pratto fue socio del colombiano y ambos tuvieron las más claras para ganarlo. Tito y Romero jugaron un rato sobre el final, pero no gravitaron. Poco más: el Fortín se quedó con las ganas y terminó pagando los errores del principio en un empate que terminó siendo justo.

Por Juan Manuel Lombardero (@LombarderoJM en Twitter).