Un poroto histórico

Hablar de Fabián Alberto Cubero es hablar de historia, porque el “Poroto” ante Colón de Santa Fe pasó a ser junto a Pedro Larraquy el jugador con más presencias en la historia de Vélez, 457 partidos.

Ricardo Gareca, técnico actual del club, dijo cuando llego en el 2008 que tenía un “grupo de guerreros”, frase que posteriormente inspiró la campaña de los jugadores vestidos como tales. En este sentido, no es difícil imaginar al Marplatense como líder de estos soldados. Cubero es el encargado de las bromas en el vestuario, de hablar con la prensa en momentos difíciles y sobre todo de enarbolar la bandera del Fortín cuando los partidos se complican a través de la entrega, la imposición de respeto y sobre todo el amor a la camiseta.

El Poroto, apodo que le puso su abuela de pequeño por la forma de su nariz, se destacó siempre por ser un jugador polifuncional que hizo sus primeras armas como mediocampista central. Con el paso del tiempo los distintos entrenadores fueron usándolo en diferentes puestos hasta que se afianzó como lateral por derecha. Debutó un 17 de noviembre de 1996 a los 17 años de la mano de Osvaldo Piazza, en la derrota por 2-0 ante Estudiantes, un equipo plagado de jóvenes ya que Vélez se encontraba disputando la Supercopa. Desde ese momento y hasta la actualidad, Cubero fue un símbolo de la institución de Liniers. En estos casi 16 años en la primera del Club, sólo estuvo ausente durante el 2007-2008, años en que jugó para el Tigres de México luego de que estos ofrecieran una suma millonaria por sus dotes.

En su carrera deportiva con la “V” azulada marcó 11 goles y se dio el gusto de consagrarse campeón cuatro veces: 1998, 2005, 2009 y 2011 con la conducción técnica de Marcelo Bielsa, Miguel Angel Russo y Ricardo Gareca respectivamente.

Dentro de algunos años, cuando este jugador ya no esté y en la cancha se escuche su nombre, nuestros hijos o nietos nos preguntaran por él y ahí tendremos la oportunidad, todos los afortunados que lo vimos jugar, de relatar sus hazañas; agigantar sus batallas y lo más importante, “INMORTALIZAR SU LEYENDA”. Yo por ejemplo contaré: “hubo una vez un guerrero tan respetado que las voces de las miles de personas que iban a verlo enmudecían cuando él se iba acercando a la Arena. Sus pasos retumbaban pesados y firmes en el universo. La expectativa para verlo era inmensa y la ansiedad eterna. Cuando aparecía, los gritos de júbilo eran ensordecedores y se oían a un millón de leguas de distancia. El guerrero era imbatible y sus rivales temían su ferocidad. El público lo amaba y tenía un cantico contundente, resonante y hermoso para darle apoyo a su ídolo.

“Cubeeeeeeero, Cubeeeeeeeero, Cubeeeeeeeero…” 

Esta melodía era acompañada por una agitación de brazos tan potente que algunos dicen haber visto formarse un remolino. Hoy, muchos años después, el estadio que vio tantas batallas de este héroe, cuenta con una extraña particularidad: dicen sus vecinos que mientras duerme, se escucha brotar de sus paredes esa canción brillante y hermosa que millones de personas cantaron hace años.

Por Nicolás Miguenz (@nmiguenz en twitter).