Ninguna de las parcialidades quiere oír por parte del otro bando que se le diga “clásico”. Sin embargo, la rivalidad está ahí. Está presente y nadie puede negarla.
Son muchas las historias que hablan por sí solas de los últimos veinte años. Algunas del lado de Vélez; otras, del de San Lorenzo. Precisamente, a partir de la década del ’80 comenzó a gestarse esta rivalidad.
La historia de este duelo se tiñó de sangre en los últimos años. Se pasó de la rivalidad al odio. ¿El detonante? Aquél “desfile de peñas” realizado en el Nuevo Gasómetro allá por el año 2003 fue tomado como una provocación por parte Vélez. Al año siguiente, el “fortín” contraatacó con artillería pesada al hacer un “desfile de copas”. Esto derivó en disturbios por parte de la hinchada cuerva.
Esa antipatía se incrementó aún más tras la muerte del hincha de Vélez Emanuel Álvarez –el “gordo” Ema para la familia fortinera-, el 15 de marzo de 2008, de un balazo cuando iba en un micro del club al Nuevo Gasómetro. Así como también, la del simpatizante de San Lorenzo Ramón Aramayo, golpeado por la policía en la cancha velezana el 21 de marzo de 2011.
El nombramiento de “clásico” va más allá de la rivalidad deportiva. Son los hechos de violencia los que lo catalogan como tal. El “fortín” sabe que su mejor arma es la innumerable cantidad de copas obtenidas. Claro está, que si se habla de logros deportivos, San Lorenzo sabe poco y nada.
El aire de “clásico” - aún sin serlo- que tiene este encuentro está motivado también por la actualidad de los rivales originales de ambos clubes (Ferro y Huracán), que actualmente militan en el ascenso.
Lo cierto es que con todos estos antecedentes y la lamentable cifra de dos víctimas fatales, ningún Vélez-San Lorenzo volverá a ser lo mismo. Con o sin público, en una cancha u otra, como sea, tendrá aires de clásico, sin serlo...
Por Mariano Bargach (@marianobargach en twitter).
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