miércoles, 27 de febrero de 2013

Medallero fortinero: Peñarol 0 - 1 Vélez

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Nueva entrega de este podio que intenta resaltar los aspectos más interesantes del juego. Victoria importantísima, que nos permite seguir y continuar esperanzados con el objetivo mayor de este semestre, esa Copa que nos quita el sueño a más de uno, que obliga a suspender los compromisos y dedicarle todo el tiempo a nuestro fortín. Por eso mismo, el triunfo produce, indudablemente, un efecto alentador, estimulante, positivo que quizás imposibilite analizar el partido con la mayor objetividad posible. Así que desde esta humilde columna también trataré de no olvidar esos 85 minutos dónde se sufrió y se luchó más de lo ideal.

El Bueno: Federico Insùa. No fue sencilla la elección de una figura ni tampoco fue fácil interpretar el rendimiento del exquisito volante izquierdo que pasó por América de México y Borussia Mönchengladbach, entre otros. Porque en el primer tiempo tanto a él, como al resto del aspecto ofensivo, les costó de sobremanera hacer pie con la pelota y todas las aproximaciones al arco visitante eran producto de aisladas jugadas más que por mérito del juego colectivo. Sin embargo en el complemento esto se revirtió, no sé si la causante fue la charla técnica del entretiempo, si la presión que ejercieron los uruguayos en el medio del campo iba a ceder o la convicción de saber que este equipo no le tiene miedo a nadie o nada, pero nuestros jugadores comenzaron a conectarse más en todas las líneas, y el “Pocho” que de jugar y tocar entiende como pocos en el fútbol argentino, salió de esa oscura sombra que le planteaban los dos cincos carboneros y empezó -como se acostumbra a decir en todas las charlas futboleras- “a ponerse el equipo al hombro”. Así fue que durante toda la segunda etapa, Federico hizo lo que mejor sabe hacer: desmarques, pases en habilitación, gambeta y buen juego. En fin, nuestro diez, apareció cuando todos lo pedíamos.

El malo: Iván Bella. Debo aquí plantear una contradicción porque sí bien, en mi humilde opinión, el zurdo devenido en "ocho", no fue el peor jugador de la cancha y es más, quizás, ni el peor de los que vistieron la orgullosa V azulada -espacio que pueden compartir Emiliano Papa y Ezequiel Rescaldani- fue el que en mi consideración (y en la de mi viejo que estaba sufriendo al lado mío) más decepcionó. O mejor dicho, no cumplió con las expectativas que uno tenía en él. Porque planteado de antemano, en las vísperas del encuentro, la conexión Peruzzi-Bella, era una de las mejores opciones para destrabar el partido. Un ocho con pierna cambiada y un lateral al que la proyección no le es desconocida, permitían soñar con varios desequilibrios. Y sin embargo, ayer fue uno de esos días donde Iván se encuentra apagado, poco certero y con una liviandad que debería ser impropia del jugador nacido en el oeste bonaerense. Demás está narrar la contra desperdiciada cuando se moría el encuentro. Pero esta bien, esperemos que haya sido un sólo partido.

La sorpresa: Lucas Romero. Ya no es sorpresa, eso todos lo sabemos y él lo demostró el campeonato pasado. Pero era la primera vez que se calzaba la camiseta fortinera para la Libertadores de visitante, con todo lo que eso significa. Reemplazando a Gago, para agregarle un condimento más.  Y a decir verdad, no parece que este pibe nacido hace 18 abriles en Loma Hermosa, tenga una inexperiencia –propia de su edad-  para jugar y luchar en el medio del campo, no parece tampoco que este joven (que hace un par de meses nomás estaría terminando las últimas materias de cuarto año de la secundaria)  le pese enfrentarse en el mismísimo Centenario de Uruguay a jugadores que tienen como única premisa complicar el juego y la salud de sus rivales. Por eso va y los torea. Les juega de igual a igual y encima se anima a proyectarse. Se planta y les quita la pelota. Todo eso con sólo dieciocho años. Sí, con dieciocho años.

El Rústico: Darío Rodríguez. Debo aquí hacer una mención aparte. Como en todos los medalleros, trato siempre de enfocarme en nuestro equipo, tanto en las cosas buenas como en las no tan positivas, que siempre existen en un partido. Pero esta vez debo ser contradictorio con mi columna y ubicar al defensor central uruguayo en lo más alto del podio rústico, ya que su patada descomunal contra el bueno de Pancho Cerro, no debe quedar impune. Era penal, expulsión, prisión preventiva y no sé que más ir con esa imprudencia y con esa certeza de saber que nadie iba a estar mirando. Quizás la satisfacción que puede llegar a quedar, es saber que nuestros jugadores si ganaron dentro del campo, sin mala leche, jugando y poniendo la pierna lealmente cuando había que ponerla.

Por Jeremias Batagelj.

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