Como seguir

Consumada la eliminación de la Sudamericana y habiendo superado esas horas posteriores en las que el dolor y la bronca no permiten ver claramente qué queda por delante, es necesario hacer un repaso y analizar por qué este año es el peor desde que Gareca está en Vélez, tal como dijera el entrenador.

De la conclusión que dio el técnico, incluso antes del partido de vuelta ante Ponte Preta, no quedan dudas. Tanto por resultados como por rendimiento el año velezano dejó mucho que desear, potenciado por la ilusión generada. Un primer semestre marcado por lesiones (muchas musculares, algunas extrañas y otras muy criticables), nunca dio tiempo a encontrar el equipo y mucho menos un buen funcionamiento. Los suplentes no pudieron hacer pie en el torneo local y la Libertadores se escapó rápidamente. En medio de ese desierto, apareció la maravillosa jornada de Mendoza a mitad de año. Los miles de fortineros que llegaron a los pies de la Cordillera vieron una muestra de coraje, sacrificio y, mientras se pudo, buen fútbol que sumó una nueva estrella. Parecía que volvía el “Vélez de Gareca”. Tres palabras alcanzaban para definir un equipo que tenía muchísimas virtudes y una identificación como pocas veces ha pasado en el club. El segundo semestre tuvo las mismas dificultades que el primero. Sin tantas lesiones, pero con un plantel más corto, el equipo nunca encontró ni el sistema ni el funcionamiento deseado. El técnico tampoco encontró los nombres, ya que aquellos que eran los más sólidos y con mejores rendimientos mostraban niveles muy bajos. La mayor preocupación fueron las reiteradas ocasiones en las que la crítica general era la falta de actitud, algo que nunca había sido reclamado por el público fortinero.

Así se pasó un año. Entre los malabares de un entrenador buscando jugadores en su plantel que estuvieran en plena condición física, para luego tratar de convencerlos o contagiarles un estilo y una idea que no lograron tomar. Un grupo de jugadores que ofrece pocas variantes al técnico en los momentos difíciles. Un entrenador que, habiendo logrado darle una identidad a su equipo, no supo o no pudo sostener en ellos las ideas y motivaciones que lo llevaron a lo más alto. Una dirigencia que erró en las compras y en las ventas, y que se ve seriamente manchada por casos de violencia interna y su relación con la barra. Un semillero que ya no da un par de frutos muy valiosos cada seis meses, sino que muestras alguna plantita con futuro, si se la trabaja muy bien. Muchos factores que afectan el cierre de una maravillosa etapa de la institución.

 Una vez más llegan los últimos meses del año y comienza la duda sobre la continuidad del cuerpo técnico. A diferencia de años anteriores, esta vez parece inevitable que el ciclo de Ricardo Gareca llegó a su fin en el club. Tan solo el amor que el Tigre tiene por la camiseta y el deseo de no terminar una etapa de gloria con esta realidad pueden hacer pensar en la permanencia de Gareca. Si él no está en el 2014, su reemplazo deberá designarse cuanto antes. Tras Gareca, deberá hacerse una renovación también en el plantel. El pasivo (oficial) de $170 millones obliga a volver al “campeonato económico” que tan bien le hizo a Vélez hace unos años, aunque tan mal le hizo a otros clubes. El momento para ganar ese torneo de finanzas es éste, cuando el promedio permite estar tranquilos, cuando todavía hay referentes con contratos vigentes, cuando la gente se sienta identificada (al menos en su mayoría) con el equipo y la dirigencia. Resolver estas cuestiones antes de fin de año, permitirá que el 2014 inicie con buenos augurios fortineros.

Por Alejandro Germino (@alegermino en twitter).