sábado, 1 de febrero de 2014

Crónicas de un viaje (no) deseado

1 comentarios
Vélez campeón. Una frase que estamos muy acostumbrados a escuchar, decir y cantar. Que cada vez que se hace realidad, nos llena el pecho de orgullo, nos dan ganas de gritar y festejar desaforadamente, de abrazar al primer desconocido que encontremos en la popular para compartir esa alegría inmensa que nos invade cada vez que nuestros jugadores logran una nueva estrella.

La autora de esta nota lamenta profundamente contarles a todos los lectores que ayer por la noche no se sintió así. En absoluto. ¿Contenta por haber logrado un nuevo título? Claro que sí. Pero todo eso se esfumó con la experiencia que pasé y muchos de nosotros pasamos durante el viaje, y no quiero perder oportunidad para que todos se enteren y entiendan el porqué de mi enojo y mi decepción expresadas mediante mi cuenta de Twitter.

El departamento de Viajes y Turismo nos citó a las 3:30 am del viernes, y está de más decir que salimos una hora y media después. Dato anecdótico, ya que la impuntualidad es inherente al argentino. En fin, debo decir que el viaje transcurrió normalmente hasta que entramos a la provincia de San Luis.

Pasamos la requisa, y allí nos informaron que teníamos que esperar a todos los micros que venían atrás (nosotros éramos el segundo): dos horas mirando la ruta hasta que llegó el resto, en un parador desierto, sin baños, comida ni bebida. Más allá de ese tiempo muerto, todavía el reloj corría a nuestro favor, y pensamos que llegaríamos un buen rato antes del inicio del partido.

Más adelante, observamos que los micros paraban nuevamente, esta vez para que la gente pueda comprar algo para tomar y comer, y de paso meterse en el pequeño río que corría al costado de la ruta. Así es como perdimos una hora más en esa parada innecesaria, y esta sería la piedra angular de los problemas que siguieron.

Todos los micros comenzaban a arrancar y nosotros fuimos uno de los últimos en salir, cuando antes habíamos estado viajando segundos. Veíamos ya con desesperación el reloj, porque la hora del partido de la SuperCopa se acercaba y nosotros ni vislumbrábamos las cuatro torres del estadio. Faltando media hora, nos dimos cuenta que sólo un micro más y nosotros íbamos cerca, el resto parecía haberse adelantado. Hasta que empezamos a ser escoltados por un patrullero, todo esto cuando ya casi eran las 9:10. Luego nos cayó la ficha: en el otro micro venía La Pandilla. Y claro, los señores policías pensaron que en nuestro micro, el micro 2, en el que venían mujeres, chicos, y familias, también viajaban barras. Por eso estábamos llegando 20 minutos tarde. Sí, leyeron bien. Porque cuando por fin bajamos, veíamos a los jugadores chiquitos, ajenos a lo que pasaba fuera del estadio, y solamente queríamos
entrar para olvidar esa pesadilla. Pero eso no era todo. Porque la popular de Vélez estaba repleta, y desde atrás no se veía nada. Yo personalmente en ese momento perdí los estribos, buscando un mínimo huequito donde pudiera ver algo, llorando de la bronca al enterarme que muchos de los presentes ni siquiera eran hinchas del Fortín, sino que eran puntanos (los famosos hinchas neutrales) que estaban observando el encuentro como si hubieran elegido entre eso o ir al cine.

El segundo tiempo no fue mejor. Lo pude ver, sí, pero rodeada de gente que no cantaba ni se sabía los nombres de los jugadores, y estirándome para no perder la pelota de vista.

Resumamos: después de haber viajado por 16 horas, de haber perdido tiempo a lo loco, de saber que salimos con tiempo de sobra para llegar al estadio antes, de ver el partido a medias, de enterarme que hubo gente que viajó incluso sin aire acondicionado, que sin ir más lejos un micro se fue y dejó atrás a todos los que venían en él (y se llevó sus pertenencias), y que en el viaje de vuelta a la madrugada no nos dejaron comprar en una YPF de Córdoba (no sé qué pueblo era) porque pensaron que éramos barras… ¿queda clara mi indignación, mi decepción, mi tristeza? Sucesivos obstáculos que se vieron algo paliados por la obtención del título, pero que no alcanzó para hacernos sentir mejor.

Es una pena decir que tanto la organización de los micros de parte de Vélez, como la organización de la SuperCopa, dejaron muchísimo que desear. Y nos valieron una feísima experiencia a muchos hinchas que viajamos con esfuerzo y por amor al Fortín.

Por Lis Berendorf (@lisberen en twitter).

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Comentarios

1 comentarios sobre " Crónicas de un viaje (no) deseado "

Anónimo dijo...
2 de febrero de 2014, 17:17

El problema es que va la pandilla. Hay q hacerse cargo y rajar a esos tipos.

Por favor no pasar insultos.
Gracias por visitar PorVelez.com.ar

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