El hombre detrás del Tigre

Es difícil analizar al Gareca técnico sin antes pensar en Ricardo persona. O al menos se me hace difícil a mí. Y es raro, porque el tipo no cambia, no tiene dos caras. Es decir, Gareca es Ricardo, y es igual dentro o fuera de un campo de juego. Y pese a que él es uno solo, sería injusto no hablar del ser humano para comprender por qué logra lo que logra con un equipo dentro de la cancha.

El técnico de Vélez pertenece a esa escuela del fútbol que habla de códigos inquebrantables y se encarga de cumplir esta regla día a día. Basta con recordar los días en que Christian Bassedas insistía hasta el hartazgo, teléfono mediante, para ofrecerle el cargo de entrenador de Vélez mientras él estaba al mando de Universitario de Perú. Lejos de los buenos modales, al menos en esta oportunidad, Ricardo optó por no atender los llamados de ¡¡¡su amigo!!! porque aún pertenecía a una institución y le debía su respeto. Sí, aún sabiendo que del otro lado de la línea se abría la puerta para ponerse el buzo de DT justo en el club de sus amores.

Ricardo es de esos que sabe y está seguro de su trabajo pero que no se encarga de gritarlo a los cuatro vientos. Trabaja en silencio, sin levantar polvareda y sin esconder  “los secretos del fútbol”. La puerta cerrada no existe en su libreto. Esto invita al aprendizaje de aquellos que concurrimos a los entrenamientos y luego hablamos de fútbol. Y así como nos brinda su confianza, hace lo mismo con el jugador a quien le va de frente y sin doble discurso.

No por eso deja de ser un hombre divertido, capaz de poner en juego su larga cabellera en caso de que su equipo se quede con el título. Su propuesta, aquella vez, hizo eco en las paredes de la concentración porque algunos coquetos sabían que este Tigre era capaz de alcanzar un nuevo título sin importar luego el qué dirán de su aspecto.

“Venga Ricardo por qué no se saca una foto con esta gigantografía suya como jugador, así tenemos el pasado y el presente. Usted es ídolo acá”, lo invitó un fotógrafo hace algunos años.  Su respuesta fue tan rápida como precisa: “Sabe lo que pasa, el pasado es pasado y yo fui ídolo en aquel entonces. Ahora me queda mucho por hacer para volver a lograrlo. Hay que pensar en el presente”.  Así, la gigantografía volvió a su lugar de origen, uno de los pasillos de la cancha.

Gareca es un hombre sumamente respetuoso, amante del perfil bajo y sus equipos copian estas características. Y está perfecto. Mucho se habla del resto, de los denominados “Grandes”, pero con tranquilidad y humildad Vélez se hace Gigante y sin hacer mucho alarde, los deja a la sombra año tras año.

Por Lautaro Salucho.